Encuentros afectivos en proceso 10/11/2011 | Noelia Salcedo

En Otra manera de encontrarse, su compañía da el mejor fruto de la convergencia entre distintas artes: la danza, la música y el teatro, que dan forma a una puesta en escena de encuentros sin desavenencias entre movimiento, texto y melodía nada fortuitos, sino precisos.

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Mes de danza. Compañía Teresa Navarrete. Creación e interpretación: Teresa Navarrete, Nando Pérez, Miguel Marín. Composición musical, diseño de espacio sonoro y directo: Miguel Marín (Arbol). Textos: Teresa Navarrete, Miguel Marín, Nando Pérez, y fragmentos de obras de otros autores. Diseño de iluminación: Nando Pérez y Toni Gutiérrez. Fotografía y vídeo: Gabriel Carrasco, Conxi Avilés, José Zamorano, María Meler. Lugar: Teatro de la Maestranza. Sala: Manuel García. Fecha: Jueves 10 de noviembre.

En todo encuentro ha de romperse el hielo de alguna manera, y Teresa Navarrete lo hizo con una risa. Una risa lo suficientemente tímida e inocente como para conducirnos a un viaje de acercamiento mutuo. En Otra manera de encontrarse, su compañía da el mejor fruto de la convergencia entre distintas artes: la danza, la música y el teatro, que dan forma a una puesta en escena de encuentros sin desavenencias entre movimiento, texto y melodía nada fortuitos, sino precisos. Aproximaciones en 50 minutos en los que hay tiempo para todo. Cada manera de encontrarse es un destello de interacción. Los acercamientos entre la bailarina y coreógrafa  y el actor de teatro físico Nando Pérez son, a ojos del espectador, retales de relaciones inacabadas e incompletas, de las que necesitan madurar pero que se funden en brazos del ritmo y los acordes bien medidos del músico y compositor Miguel Marín y las intérpretes Björt Runarsdottir (violonchelo) y Sara Fontán, (violín).

Los textos de John Berger, George Perec, Manuel Rivas o Agustín Fernández Mallo se entremezclan con recreaciones vivas de las obras pictóricas de Andrew Wyeth y Edward Hopper en una vorágine circular de movimiento que el propio Nando Pérez protagoniza y da forma al inicio y final del espectáculo. Pérez es el instinto, con movimientos de tal fluidez y exactitud en su ejecución que nos induce a recreaciones irreales de brazos que se funden o manos de efecto mecánico que nos dejan ver entremedias el rostro expresivo del actor. Y aún hay tiempo para que el músico Miguel Marín sea también partícipe de la escena que pocos metros más allá de su escritorio musical tiene lugar. Interacciona en inglés con Navarrete pero también se pasea por la sala Manuel García para tomar el té o dar algunos pasos de baile apoyado en Nando Pérez en el centro de la escena.

Las apariciones de Navarrete se nos antojan escasas. Sus intervenciones son tan gráciles e inocentes que surge la necesidad de verla bailar un poco más. Se mueve como una gacela a media luz y nuestros encuentros con ella se desvanecen en una delicada voz en grito que cierra esta hora de acercamientos y aproximaciones. Una cita ineludible de sinergias artísticas que invitan a conocer esta otra manera de hacer danza.