Omar Khan, director de la revista Susy Q Danza, nos ofrece su crónica de la edición 23 de MES DE DANZA, a la que ha encontrado una vis muy cómica
Con lo saludable que es la risa, la danza contemporánea tiene tendencia cejijunta y predilección por los terremotos interiores. Pero no siempre. Y es que en tiempos de crisis parece de lo más lícito que los artistas se rían de sí mismos, de los otros, de ellos, de nosotros y con nosotros. Y si lo que se quiere es una prueba fehaciente, aquí está el XXIII Mes de Danza de Sevilla, que ya en su cénit esta semana, no ha parado de provocar sonrisas, risas y carcajadas con propuestas de lo más diversas e interesantes, que invitan a reír siempre con una reflexión de fondo. La del sevillano Alberto Cortés, en su propuesta de nuevo (y desternillante) flamenco, pasa por mirar con altas dosis de ironía esta profesión no siempre fácil que es la danza, en su delirante Yo antes era mejor, obra para dos músicos/narradores y dos bailaoras, que supone una reivindicación y también la exigencia de un poco de dignidad, desde un humor a veces hiriente en su crudeza. Los sueños de artista a lo grande de dos bailaoras (una de ellas quiere ser la jefa de Rocío Molina) y la realidad de lo que tienen que vivir en su día a día dominan un discurso hilarante, ingeniosamente montado, que encuentra razón de ser en su título. Ellas, a pesar de sus vidas duras, antes eran mejor. Pero es que ahora son artistas.
Sobre la profesión también ha hablado el ascendente creador catalán Pere Faura en su solo Sin baile no hay Paraíso, en el que hace un recorrido personal por las cuatro coreografías que marcaron su vida, cuatro obras que no tienen nada que ver la una con la otra, salvo por el hecho que de niño despertaron su emociones desde la tele, a veces grabadas en manoseadas cintas de VHS, que él repetía una y otra vez. En la oscuridad una voz en off ofrece cientos de definiciones de bailar, desde la obvia de mover el cuerpo al compás de la música hasta la de expresiones como “bailar los ojos” o “que me quiten lo bailao””. Y entonces ya a la luz, él, solo en escena nos revive a su manera, desde las posibilidades de su propio cuerpo, Cantando bajo la lluvia, La muerte del cisne, Fiebre del sábado noche y Phase, de Anna Teresa de Keersmaeker, las coreografías que quizá le empujaron a convertirse en bailarín. Es su versión personalísima de Gene Kelly, Travolta, Pavlova y la minimalista belga. Lleva los trajes de cada uno de ellos, puestos uno encima del otro, como queriendo decirnos que en el fondo, ellos todos siempre estarán consigo. Ternura, nostalgia y sobre todo humor son las herramientas de este emocionado unipersonal, que es a la vez confesión.