Dance me to the end of Love 14/11/2016 | Mercedes L. Caballero

Vídeo resumen de la edición 23 de MES DE DANZA y crónica de la programación de sala por Mercedes L. Caballero (UnblogdeDanza.com)

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Un fino sentido del humor, más insinuante que evidente, más de sonrisa que de carcajada, ha acompañado buena parte de la programación del Mes de Danza 23, que arrancó el pasado 26 de octubre en Sevilla y finaliza hoy con su habitual clausura participativa, Ahora bailo yo. Tanto en algunos de los espectáculos programados en los Espacios Singulares (ver crónica aquí) como en algunos de los vistos en sala, el espectador se ha encontrado con esa máxima que asocia el sentido del humor a la inteligencia, también presente en los discursos dancísticos que se han visto. La singularidad de cada propuesta, una profunda investigación y mucho movimiento, igualmente convergen en los trabajos mostrados, retrato de la buena salud creativa que se gasta la danza que tenemos.

Sin baile no hay paraíso, advierte el creador y performer Pere Faura desde el título de la obra que mostró en esta edición número 23 del Mes de Danza. Y recuerda a aquella afirmación de Pina Bausch que venía a decirnos “bailad, o de otra manera estaremos perdidos”. El movimiento como culmen o estado natural y perfecto. Y otra lectura más. La danza como acto orgánico y presente en el bagaje cultural de cada cual. La memoria colectiva es tema habitual en el trabajo que viene desarrollando este coreógrafo e intérprete. Y vuelve a disertar sobre ella en esta obra, a través de cuatro míticas y familiares coreografías, su análisis (con el movimiento y la palabra) y reinterpretación en su propio cuerpo. Gene Kelly, John Travolta, Maya Plitseskaya y Anna Pavlova y Anne Teresa de Keersmaeker, se asoman en este trabajo con forma de collage, que analiza casi con tono de juego didáctico, el por qué de la existencia y eficacia de cada una de ellas, para llegar a la lectura general de la envergadura y repercusión de arte. El mítico tema Dance me to the end of love de Leonard Cohen en diferentes versiones, sirve al final del montaje para que Faura, ya emancipado de las figuras que le han acompañado, muestre su propia identidad alrededor de la danza. El gran poder comunicativo del bailarín, sostenido por la contención y la naturalidad, es también fórmula eficaz de este trabajo, que se completa con un cuaderno performance entregado a la salida, que no hace sino sumar en sutileza. También con aire didáctico y amable se presentó Wakefield Poole: visiones y revisiones, de Celeste González. Y además de la imaginativa comparación que se establece entre el segundo acto del ballet El lago de los cisnes y la película de porno gay Boys in the sand (1971), y que estructura el eje de la pieza, se forma el espectador con ella. Sobre ballet clásico, sus códigos y protagonistas. Sobre Wakefield Pool, bailarín y director de cine sobre el que versa el peso argumental de este trabajo. Y sobre Celeste González, que analiza su propio proceso personal hacia el final del espectáculo. “Me enfrento a la bailarina trágica, me pongo al lado de la trans y doy la espalda a la clásica”, afirma. Un solo sustentado en proyecciones, palabra y movimiento con factura de conferencia bailada, que ubica su eficacia en la gran frescura y naturalidad, riesgo y honestidad, con la que se expone.

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